Hasta siempre, Campeón del pueblo
Al final de la tarde de este lunes 11 de junio, una noticia
impactó al pueblo de Cuba: Falleció Teófilo Stevenson Lawrence, el triple
campeón olímpico y mundial, el mejor boxeador amateur de la historia, el hombre
humilde que se convirtió en paradigma de honestidad y patriotismo.
Una cardiopatía isquémica puso fin a su existencia, con 60
años de edad, cumplidos el pasado 29 de marzo, cuando parecía que lo tendríamos
entre nosotros por mucho tiempo, siempre sonriente y jaranero, el mismo Pirolo
que vivía rodeado de sus muchos amigos en las cercanías del batey del central
Delicias, hoy Antonio Guiteras.
El boxeo fue su deporte favorito, desde que recibió las
primeras enseñanzas de su propio padre y de quien ostentara la faja nacional de
los pesos completos en Cuba, John Herrera. Algunos no creyeron en el Teófilo
novato, inexperto, pero supo crecerse y llegar a la cúspide a golpe de técnica
y pegada, de amor por su carrera y especialmente por su pueblo.
Tuve el honor de ser amigo de Teófilo Stévenson, de
entrevistarlo varias veces en el cumplimiento de mi labor de periodista
deportivo y puedo asegurar que, a su grandeza de campeón, se unía un cariño
infinito por su pueblo al que, como asegurara públicamente en una de las
ocasiones en que quisieron comprarlo, no cambiaría por todos los millones de
dólares del mundo, con lo cual reafirmó su condición de ser humano
extraordinario.
En toda su carrera de más de 20 años sobre el ring, ganó 301
peleas de las 321 celebradas, fue el primero en conquistar tres títulos
olímpicos consecutivos (Munich-72, Montreal-76 y Moscú-80), porque el húngaro
Lazlo Pap logró la hazaña anteriormente, pero en diferentes divisiones. Teófilo
se coronó igualmente en un trío de campeonatos mundiales (La Habana-74,
Belgrado-78 y en Reno, Estados Unidos-86)
Fui testigo de la extraordinaria manifestación de pueblo que
constituyó su retiro oficial del deporte activo en julio de 1988, cuando
después de recorrer las principales arterias de la ciudad de Las Tunas, recibió
el homenaje de todos los cubanos en la recién estrenada sala polivalente
Leonardo McKenzie Grant.
La modestia, el patriotismo, la fidelidad a la Revolución
cubana y a su Líder histórico, Fidel Castro Ruz, sus extraordinarias hazañas
deportivas, lo convirtieron en un atleta querido y respetado no solo en Cuba,
sino en el mundo entero, al extremo de que una de las estaciones del Metro que
conducirá a las instalaciones de los Juegos Olímpicos de Londres, la capital
del Reino Unido en este 2012, recibió el nombre de Teófilo Stévenson Lawrence.
Son recordadas sus convincentes victorias, la mayoría por
fuera de combate, sobre varios de los mejores pesos completos de Estados
Unidos, pero la que más festejamos los cubanos fue aquella de los Juegos
Olímpicos de Munich-72, cuando propinó una soberana paliza al muy promocionado
Duane Bobbick, calificado como la Esperanza Blanca, a quien habían favorecido
los jueces con un injusto 3-2 en su pelea frente a Teófilo en los Panamericanos
de Cali, Colombia un año antes.
La estrecha amistad que nos unía permitió que nos
comunicáramos con bastante regularidad, pese a fijar su residencia en La
Habana. Y el cariño recíproco creció por su profunda amistad con mi hijo menor,
el especialista de segundo grado en Oncología, doctor Noyde Batista Albuerne,
porque casualmente este nació también un 29 de marzo, pero de 1972 y cada año
celebraban juntos su fecha de cumpleaños.
Pero a Teófilo, a mi entrañable amigo y hermano Pirolo, todo
el mundo lo quería. Por eso es que Cuba entera está de luto, esa es la razón
por la cual millones de personas lo lloramos, no solo en su Patria adorada,
porque otros tantos que aprendieron a respetarlo allende los mares, no pueden
contener sus lágrimas y con nudos en las gargantas dicen con nosotros: ¡Hasta
siempre, Campeón del pueblo!
Tomado de 26 Digital Por Juan E. Batista Cruz
Tomado de 26 Digital Por Juan E. Batista Cruz
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