Un paseo por nuestras playas

El verano es la etapa del año donde el placer y el divertimento remontan vuelo. Disfrutar de sus placeres se convierte en una tentación de la que pocas personas consiguen sustraerse.  Entre las opciones de mayor recurrencia y simpatía figura un saltito hasta la playa. Ahh, ¡qué reconfortante para el cuerpo y para el espíritu resulta tumbarse en la arena y darse luego un buen chapuzón entre las olas!
La moda de tomar baños de mar como opción recreativa data del año 1780. Sus iniciadores fueron los aristócratas del sur de Inglaterra, quienes acudían a las playas utilizando el recién inaugurado ferrocarril. Otro de los motivos por los que los baños de mar se hicieron populares fueron las virtudes terapéuticas asociadas a ellos desde la antigüedad..
En el siglo 19 los médicos recuperaron esta sabiduría ancestral a favor de sus pacientes, a quienes recomendaban tomar baños para prevenir y curar numerosas afecciones. Esta virtud fue aprovechada por las damas de clase para mostrar su elegancia y buen gusto en la playa, con trajes de baño que han persistido hasta nuestros días en grabados de época.
El litoral tunero dispone de 36 playas, 34 en la costa norte y dos en la sur. El municipio de Puerto Padre clasifica como el más afortunado de todos. Lo puede atestiguar su balneario más concurrido y popular: La Llanita, donde acuden en masa no solo los residentes en las bien llamada Villa Azul de los Molinos. Muchas personas de los municipios de Jesús Menéndez y Las Tunas también la visitan en el período estival.
Acuden en medios de transportes, privados o públicos: automóviles, motocicletas, ómnibus, camiones… Buena parte de esa afluencia ocurre los fines de semana. Pero otros lo hacen cualquier día y hasta levantan casas de campaña a la orilla de la playa.  La Llanita, con sus extensiones de La Boca y El Socucho, es un regalo de aguas transparentes que la naturaleza le hizo a esa franja costera, a la que las lanchas que transportan a los bañistas le confiere un toque de singular colorido.
Por cierto, a quienes gustan de las curiosidades, el litoral de la Villa Azul de los Molinos también les reserva insólitas sorpresas: ¡un pocito de agua dulce dentro del mar! Según cuentan los lugareños, a finales del siglo 19 los pastores de la comarca notaron con asombro cómo las cabras de sus rebaños aplacaban la sed dentro del mar. Revisaron bien y se percataron de algo: el instinto de sus animales los había llevado a descubrir un manantial que nacía en la orilla y llegaba hasta el lecho de la playa. El sitio fue protegido por un brocal, al estilo de los pozos artesanales. Luego se le añadió un molino, símbolo de la ciudad.
Un suceso poco común, y con fragancia a agua salada, fue la captura de un ballenato en la propia costa villazulina. El hecho ocurrió el día 9 de diciembre del año 1980.  Ese día, dos jóvenes paseaban en bicicleta cerca del litoral de El Socucho cuando divisaron sobre loa arrecifes algo que, inicialmente, les pareció una embarcación abandonada. Se aproximaron al lugar y casi enmudecieron de la sorpresa: se trataba de un ballenato de unos ocho metros de largo, que había “atracado” en la zona con dos heridas de arpón en su cuerpo. Los muchachos dieron cuenta a las autoridades del hallazgo. Como prueba del suceso, el  esqueleto se exhibe en el Museo de Ciencias Naturales de Puerto Padre.
El municipio de Manatí también cuenta en su aval con tradiciones playeras. Un paraje virgen y paradisíaco de sol, arena y mar es Chapaleta, en la orilla sur de su bahía. Por  razones de proximidad geográfica y de posibilidades de transporte, son los habitantes del Puerto de Manatí quienes con mayor frecuencia enfilan las proas de sus botes hasta sus inmediaciones, pues para llegar hasta su orilla se precisa de embarcaciones para cruzar el canal. Los manatienses mediterráneos envidian ese privilegio. Es que Chapaleta es un encanto natural. No hay un visitante que se resista a admirarla y a quererla.
El litoral manatiense archiva también un suceso relacionado con grandes animales marinos: la captura en la zona de Palancón de un tiburón ballena de ¡9 590 libras!  Fue el 19 de abril de 1982 cuando unos pescadores encontraron al cetáceo enredado en sus mallas, a 20 pies de profundidad. Lo ataron bien y lo remolcaron hasta el poblado de El Puerto. Se aferraba tanto a la vida que hubo que realizarle ocho disparos de bala para remitirlo al otro mundo. Las mediciones certificaron que tenía 11 metros de largo. La noticia de la captura de aquel gigante devino suceso mediático y cultural. Sí,  a los pocos días un músico compuso una guaracha que se convirtió en éxito, interpretada por el grupo Los Caribeños.
En la propia costa manatiense figura la concurrida playa de Los Pinos, donde en la actualidad funciona una base de campismo popular  para deleite de los bañistas. La base de campismo de Los Pinos se encuentra a poco más de 10 kilómetros de Manatí. Dispone de cabañas para quienes la elijan como destino vacacional, con un amplio surtido de opciones características de este tipo de instalación, como sala de juegos, televisión, salón de baile y servicios gastronómicos. Desde la orilla se puede asistir a un fenómeno singular: una estela de espumas de varios kilómetros provocada por el rompimiento de las olas contra una barrera de coral. Los visitantes suelen quedan admirados por el espectáculo.
Otro segmento de costa de gran demanda por los veraneantes en estos meses de calor y asueto masivos  es Punta Corella, en el litoral del municipio de Jesús Menéndez. Se trata de un sitio habilitado para que los campistas la pasen de maravillas junto a sus familias. Dispone de confortables cabañas y de servicios múltiples como salas de juegos, cafetería, pista de baile, televisión,  video… Una estancia en Punta Corellas es una excelente oportunidad para el asueto y  el recreo.

Las playas son también pasarelas para que los bañistas muestren sus indumentarias de ocasión o se tumben en la arena a tostarse de sol la piel. En efecto, los trajes de baño, tanto femeninos como masculinos, son diversos, y van desde las trusas de una sola pieza, los bikinis y los hilos dentales de ellas, hasta los shores multicolores de los varones. Abundan también las sombrillas, las pelotas, los salvavidas, las cremas y hasta alguna que otra bicicleta acuática para pedalear en parejas.
Por Juan Morales Agüero (Tomado de 26 Digital)

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