Bahía Puerto Padre-Chaparra: a tiempo para salvarla

Una gran mancha de peces muertos sorprendía periódicamente a los pescadores de la bahía de Puerto Padre-Chaparra. La escena se repetía cada vez que la fábrica de torula vertía sus aguas al frágil ecosistema, pintando de un color marrón al paisaje marino.
Hace un tiempo ese panorama ha dejado de ser familiar, como resultado de inversiones en la industria azucarera local para disminuir la carga contaminante; sin embargo, el daño ya está hecho y pescadores como Abel Ávila, con más de tres décadas de labor, dan cuenta de una merma en las capturas y la desaparición de especies que antes era muy comunes, como el pargo y el sábalo.
Por más de 100 años la bahía de Puerto Padre-Chaparra ha sido el escenario de este conflicto, entre y la sobreexplotación humana y la necesidad de preservar sus componentes naturales. Hace menos de un lustro la zona comenzó a gestionarse desde el enfoque ambiental del manejo integrado costero, mientras la Bahía, junto a otras ocho en Cuba, fue incluida en un programa especial para reducir la carga contaminante y manejar de forma sostenible sus componentes ambientales.
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En la región correspondiente a Chaparra, en la bahía de Puerto Padre, se puede apreciar una zona muerta donde son depositadas las aguas residuales del central azucarero Antonio Guiteras. Las playas El Raíl y La Llanita, la desembocadura del río Paradas y la ciudad de Puerto Padre, están también entre los sitios de mayor afectación.
La merma en las poblaciones de peces y aves acuáticas, además de la degradación del paisaje, son la cara más visible de la contaminación en esa región. Amado Luis Palma, especialista del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (Citma), agrega que la situación también impacta en el desarrollo de la llamada industria sin humo del territorio y la actividad portuaria.
Puerto Padre tiene el propósito de convertirse en una ciudad turística, en cuyo concepto desempeña un rol fundamental la náutica. Sin embargo, los actuales niveles de contaminación son incompatibles con los requerimientos internacionales exigidos para este tipo de oferta.
Otro tanto ocurre con el atraque de buques de carga y de cruceros turísticos. Diversas navieras exigen índices de contaminación bajos para autorizar la llegada de buques a los puertos.
La salud humana es uno de los costos de tan preocupante fenómeno. Donde mismo se vierten residuos hospitalarios y de aguas negras se alimentan peces que luego son incorporados a la dieta de las personas, con el creciente peligro de intoxicaciones y enfermedades cancerígenas. En esos mismos balnearios, cada verano, miles de personas disfrutan del baño.
Una investigación del Citma, citada por el profesor de la Universidad de Las Tunas, Hermes Ramón Infante, señala que las aguas de este ecosistema tienen una concentración media de carbono  orgánico de 3,50 por ciento, muy elevada en comparación con otras áreas del país, además de altos índices de nitrógeno y lenta demanda de oxígeno. También se han detectado, aunque en menor medida, niveles de residuos petrolíferos, fósforo, silicato y metales pesados, los que son dispersados por el movimiento de las mareas y corrientes marinas.
Las autoridades locales han descubierto más de una veintena de fuentes contaminantes, la mayoría como resultado de la ausencia de sistemas de tratamiento de residuales o ineficiencia de los mismos. Entre las instituciones que vierten allí aparecen la Empresa Pesquera Juanito Mora, el Matadero Gerónimo Astier, los hospitales Raymundo Castro y Guillermo Domínguez y la Terminal de Azúcar a Granel de Puerto Carúpano; además de los alcantarillados de Puerto Padre y Delicias, así como las aguas residuales urbanas de los poblados La Boca y El Socucho.
A pesar de ello la presencia de materia orgánica en la Bahía es alta, por lo que aún es tiempo de recuperar los valores ambientales de la zona.
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Dos elementos confluyen en la mitigación de la carga contaminante en ese espacio marino: los recursos materiales y financieros y la conciencia de las personas.
Disminuir la contaminación pasa por erogar importantes cantidades de dinero, asegura Cándido Medina, especialista de la Delegación Provincial del Citma. De acuerdo con información ofrecida por este experto, en el territorio están previstas inversiones por un monto de alrededor de cinco millones de pesos en fuentes contaminantes claves como el central Antonio Guiteras, los porcinos integrales de Chaparra, el sistema de acueducto y alcantarillado del municipio de Puerto Padre, el matadero Gerónimo Astier y el hospital Guillermo Domínguez.
Los trabajos constructivos están dirigidos a construir canales, lagunas de oxidación, sistemas de tratamiento de residuales e incluso una planta de biogás.
Paralelo a ello en la comunidad se desarrollan varias acciones de educación ambiental.
El profesor e investigador Hermes Ramón Infante señala que existen varias de desarrollo local, algunos de ellas coordinadas o dirigidas por el Centro Universitario Municipal, tales como el “Proyecto de Gestión Medioambiental para la Comunidad Costera de la Playa La Llanita en el Municipio de Puerto Padre”; “Reanimación Medioambiental del Distrito Rafael Izquierdo del municipio de Puerto Padre”, y ““Proyecto para la Eliminación de la Carga Contaminante que Vierte la UEB “Gerónimo Astier” a la Bahía de Puerto Padre”. Todos con resultados e impactos prácticos y teóricos.
Con el ánimo de buscar una convergencia entre estas dos corrientes, las autoridades de la Villa Azul aplican un sistema de manejo integrado costero, el cual tiene el objetivo de crear mecanismos gubernamentales y estrategias de desarrollo que impliquen cambiar el concepto de explotación de recursos naturales por el de manejo de los componentes ambientales del ecosistema.
No es lo mismo explotar las poblaciones de peces de la bahía que establecer un plan de manejo que permita que las especies puedan reproducirse y no sean extraídas antes de que alcancen la edad adulta, explica Palma.
Agrega que como parte de este programa se ejecutan acciones para la delimitación de zonas de pesca, disminución de vulnerabilidades al cambio climático, y audiencias públicas en los poblados.
De lo que se trata es de crear la conciencia social, el aparato legislativo y los recursos materiales necesarios para la sostenibilidad de todas las actividades que se desarrollan en la bahía Puerto Padre-Chaparra. Esas gaviotas y pelícanos que aún persisten en sobrevolarla y habitarla no se pueden convertir en un recuerdo nostálgico.
Por José Armando Fernández Salazar

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