En defensa de la mala hierba
Hierba mala nunca muere, dicen los viejos con optimismo o picardía cuando alguien sale con éxito de una enfermedad. Sin embargo, desde el punto de vista de la Botánica y la Ecología, lo que comúnmente llamamos malas hierbas sí pudieran estar en peligro de desaparecer debido a la degradación de los suelos y el cambio climático.
La noticia alegraría a los campesinos, sin embargo, para expertos como Waldo Bonet, investigador del Jardín Botánico de Las Tunas, la desaparición de estas especies, incluidas en su mayoría en las familias de las ciperáceas y las jucáceas, representaría un grave peligro para la estabilidad de los ecosistemas.
El bazarillo, la chufa y el guisaso son algunas de las plantas de esta familia, que en Cuba existen en un número superior a las 300 especies y los 22 géneros, los cuales, aún cuando no tienen una gran aplicación económica (pasto para la ganadería, alimento humano) contribuyen a la rehabilitación de los ecosistemas dañados por catástrofes naturales y protegen el suelo, además de su rol en la cadena alimenticia.
Las ciperáceas colonizan el suelo, son plantas pioneras. Ellas se implantan forman colchones y evitan la erosión. Aunque la mayoría son exóticas, en el país se han reportado al menos tres que son endémicas y tienen algún grado de amenaza de extinción, explicó el especialista.
Bonet desarrolla una tesis de doctorado sobre este numeroso grupo botánico, cuyos resultados tributan además al proyecto nacional Flora de Cuba, que tiene el objetivo de identificar todas las especies de plantas que existen en la Isla, una de las de mayor diversidad en el mundo, además de la situación ecológica de cada una de las familias florísticas.
Próximamente el investigador publicará los resultados de su investigación correspondiente al género escleria, que tiene alrededor de 27 especies en Cuba. Gracias a la paciente labor de Bonet se ha actualizado la correspondencia entre las características fenomenológicas de estas plantas y su descripción, además de la distribución y otros estudios complementarios que ayudarían a definir mejor su función ecológica o su aprovechamiento económico.
Luego de varios años dedicados a la observación y estudio de las ciperáceas, el experto sostiene que no puede hablarse de plantas sin importancia:
"Creo que la única planta que no sirve es la que está extinta. No es apropiado el uso de frases como malas hierbas o indeseables, es un concepto erróneo, porque ellas existían antes de los cultivos y que no le hayamos encontrado una aplicación para nuestro beneficio, no significa que no la tenga."
Tomado de 26 Digital
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