Septiembre: el retorno
Miles de cubanos viven hoy el comienzo del nuevo curso
escolar, un suceso social que tiene a la familia como protagonista
Las costureras son las primeras que advierten que septiembre
está cerca. Nadie es capaz de imaginarse el estirón que se dan los muchachos en
los dos meses de vacaciones, y entonces es necesario soltarle al pantalón de
uniforme, o recogerle a la falda, porque ya la niña es casi una señorita y
quiere lucir el cuerpecito de mujer que recién comienza a llamar la atención.
Los barberos también son de días ocupados en los finales de
las vacaciones. Montañas de pelo quedan en el piso de lo que una vez fueron
cortes extravagantes, sacados de una de las partes de la Guerra de las
galaxias.
En Cuba, julio y
agosto son un inmenso fin de semana, en lo que casi todo queda pendiente para
septiembre, porque ahora todo el mundo está de vacaciones y hace demasiado sol
y demasiado calor como para salir a resolver asuntos con premura. Entonces
llega septiembre, un lunes de 30 días, en los que la gente quiere hacer de
corre corre lo que dejó pendiente en el verano.
Después de una noche azarosa llega el momento de levantarse
en el nuevo primer día de clases. El niño que va por primera vez al Círculo
Infantil se despierta feliz, porque hace unas semanas cada vez que se
levantaban temprano iban para la playa, pero al final del día habrá descubierto
dos cosas: cómo coger la cuchara y comer en una bandeja y que los padres
también mienten, porque mamá dijo que lo recogería al mediodía y se apareció a
las 5:00 de la tarde.
Pero los hay que lucen por primera vez el uniforme. Y salen
a la calle armando aspavientos y mostrando el trajecito nuevo. Aún no llevan
pañoleta y apenas saben contar hasta 10, mas la mochila va cargada de libros y
lápices y apuran a mamá porque no quiere llegar tarde. Piensan en los nuevos
amigos que encontrarán, lo hermosa que será la maestra y en la deliciosa
merienda que quizás no llegue completa al receso.
Con cierta compasión estos primerizos suelen ser vistos por
aquellos que cambiaron de nivel de enseñanza o continúan sus estudios. Dos
meses de playas y juegos no fueron suficientes para borrar el estrés de las
pruebas finales. Ahora volverán las tareas interminables, las casas de estudio,
los padres revisando las libretas y los trabajos de investigación. Mientras
caminan van adelantando la composición que seguro la profe de Español les
mandará a hacer bajo el sugerente título de "qué hiciste el verano
pasado". Queda el consuelo de los amigos y las primeras novias, aquellas
que solo son nuestras durante las clases, porque como dice el versito: el amor
de un estudiante es algo muy pasajero, cuando se acaba el curso, adiós, ya no
te quiero.
Pero si llamativos son los alumnos, también lo son los
padres. Los obsesivos compulsivos se pasan todo el camino leyendo la cartilla
con oraciones que siempre comienzan con un "NO" y después se deshacen
en recomendaciones para los maestros. También están los que lloran por los
pasillos del centro escolar al tener que separarse del crío que hace apenas
unos meses gateaba. Y están los que
bendicen la llegada de septiembre, porque al fin su "bola de
humo", llamada hijo, tendrá un
lugar donde mortificar a otros y gastar sus aparentemente infinitas energías.
Y con esa misma tranquilidad y sorpresa con que llega septiembre,
mes de ciclones y papalotes, se va. Y transcurren los 10 meses del curso
escolar entre cumpleaños, buenas noticias, reuniones en las escuelas,
resfriados que aparecen solo a la hora de levantarse y trabajos de curso que
harán los padres. Y de pronto volverá el verano y de nuevo septiembre, mes de
aguaceros y tardes más cortas. Y otras vez habrá un nuevo primer día de clases,
que será igual que los similares de años anteriores, pero tendrán el sabor de
aventura que entra en el pecho cuando se emprende una nueva etapa en el largo
viaje de la vida
Tomado de 26 Digital
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