La Villa Azul de Cuba, Ciudad de Los Molinos


La belleza es inquieta como inquietos son los ojos ante un intenso y agraciado paisaje. Creo que a todos nos pasa lo mismo, más, al que por primera vez transita sin espejismos por esta colonia ardiente y habitable, que es hoy la Villa Azul de Cuba, Ciudad de Los Molinos.
Todo se trasluce al imperativo de los años, pocos conocen el por qué de tan sugerentes calificativos, incluso hasta una gran mayoría de sus hijos, que la dignifican como terruño natal, sin percibir a fondo sus privilegios internos.
Cuentan seguidores de la historia, que a principios del pasado siglo el auge de los molinos de viento creció, impregnándole un carácter romántico al pueblo, que por aquel entonces era pequeño con un desarrollo urbanístico esporádico, limitado desde el Malecón hasta la actual avenida Máximo Gómez.
Con el decursar de los años y al intensificarse las turbinas de agua, la utilización de la fuerza eólica en la extracción del preciado líquido desciende gradualmente. Sin embargo, la tradición se los molinos nunca desaparece, al extremo de que han llegado hasta nuestros días con el incentivo de continuar incrementándose debido a su utilidad.
La incesante pluma del canario Manuel Martínez de Las Casa engendra la leyenda que hoy enarbola el canto de la ciudad, gracias, a la connotación lírica que inspiraba el azul del mar, el cielo y de las viviendas que conformaban la avenida José Plat (hoy Libertad) y al blanco de las calles.
Así de lo más profundo de un ser y poéticamente hablando toma vida la Villa Azul, nombre utilizado posteriormente en las publicaciones de la época, hasta nuestros días.
Hoy estos dos calificativos forman parte inseparable de la historia y de la cultura del puertopadrense. La Villa Azul, Ciudad de Los Molinos sigue cautivando con su gracia y sus encantos a todos los que un día, como yo, disfrutan de su belleza.

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