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Mostrando las entradas de febrero, 2008

EL MALECÓN PUERTOPADRENSE

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Son muchos los que deleitan cada día, aunque sea por unos momentos, ante este inmenso espectro azul. Desde 1925 el Malecón es la imagen viva de la Ciudad de Los Molinos. Ese año comenzó la construcción de la primera etapa, la cual concluyó 50 meses después y comprendía desde el actual restaurante Sierra Cristal hasta las inmediaciones del Palacio de Pioneros. El resto, hasta el cabaré Anacaona, se hizo en la década de los 50 del siglo pasado. Este pedazo de litoral, bañado por el Atlántico, tuvo siempre mucha actividad, en sus inicios condicionado por el famoso embarcadero de Maniabón, el cual poco a poco se fue transformando. Hoy, el Malecón ha ganado en belleza y su sola presencia constituye un regalo de dimensiones incalculables.

GALLINA PINGUINO

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Se llama Mimi, tiene dos años de edad, vive en la calle 24, en San Manuel, Puerto Padre, en el norte oriental de Cuba, y es la mascota de la enfermera Yitel Carralero Torres, quien desde pequeña advirtió que el animal se paraba y caminaba como un pingüino, defeca para adelante y es un problema muy serio para los gallos, pues no la pueden cubrir. Lo cierto es que Mimi no es solo el entretenimiento de Yitel, sino de toda la familia, al término de que la bañan diariamente, come y duerme dentro de la casa. ¿Curioso, verdad?

DE NUESTROS ESCRITORES

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Hoy comenzamos un recorrido por varios de los escritores tuneros más reconocidos. Y hacemos precisamente con uno verdaderamente genial: Pablo Armando Fernández. Nacido en Delicias el 2 de marzo de 1930. Poeta, ensayista, autor teatral y traductor de la poesía anglosajona, tiene en su haber una amplia y reconocida obra, con varios premios, y numerosas condecoraciones nacionales y extranjeras, entre las que se encuentra el Premio Nacional de Literatura 1996. En el 2003 el Comité Provincial de la UNEAC en Las Tunas editó el pequeño texto Suite para Maruja, del cual extraemos este bellísimo poema: II Cuando anochece espero confiarte de una vez todo el espanto que hay de día en mi pecho. No es obsesivo gusto por la vida plena del dios sin tiempo; ni es el miedo a perder el poder y la magia del poeta: miedo a la muerte y al olvido. Lo que me pone el corazón pequeño cuando anochece y estoy contigo a solas, es oírme las dóciles palabras que ocultan que miento cuando te digo: aún no tengo miedo